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«Parecíamos estrellas de rock pero con el timple»

30/10/2017

Acaba de llegar a las islas tras una gira de 12 conciertos al otro lado del mundo, aún con la emoción de haber explorado terrenos desconocidos con su último trabajo Canela y Limón, junto al guitarrista Antonio Toledo. Con la maleta aún sin deshacer, a Germán López nunca le faltan proyectos en marcha. Ahora se enfrenta al proceso de introducir el timple en el conservatorio, su próximo viaje a Estados Unidos en noviembre y otros planes que prefiere no desvelar aún.

¿Como acaba un canario y además timplista en China?

Esa misma pregunta me la hago yo (se ríe). En este último año me han estado ocurriendo un montón de cosas con las que había soñado pero no me había planteado como un objetivo real. Nos surgió esta posibilidad porque la primera vez que fuimos a América, en Vancuver, estuvimos en una especie de feria donde iban muchos programadores y personas importantes de la industria. En ese momento, los chinos se interesaron por nuestro proyecto Canela y Limón, con Antonio Toledo, para ir a hacer una gira de conciertos. Quedó como algo en el aire, pero resultó que iba en serio.

¿Cómo es su público?

Es muy diferente a lo que estamos acostumbrados. No son de gritar u ovacionar en los conciertos, pero luego veíamos colas enormes en la firma de discos, nos sacaban fotos y vídeos… nos sentíamos como estrellas de televisión, pero dentro del teatro teníamos la sensación de que no estábamos llegando. Era una cuestión puramente cultural, pero la guía nos advirtió que era un público poco efusivo.

¿Alguna anécdota?

¡Muchas! En Facebook hay varios vídeos en los que les hacíamos decir chistes, por ejemplo, y nos regalaron un ukelele. Imagínate ir por ahí con un gran estuche donde traigo mis instrumentos y luego este regalo en una bolsita.

¿Es importante abrir horizontes a un instrumento tan arraigado a una cultura?

Yo lo entiendo desde dos grandes perspectivas: una es la personal, para mí como músico y como individuo. Es todo un reto llevar tu proyecto a otros lugares y mostrarlo a gente que desconoce por completo la música que haces y, en el caso del timple, también el instrumento que tocas. Cuando encima ves que todo funciona y que el público es cómplice todo ello, te das cuenta de que la respuesta es siempre sí. Por otro lado, en lo estrictamente timplístico, creo que es fundamental para cualquier instrumento mostrarse al mundo.

También es una manera de ampliar el ciclo de un proyecto…

Sí. Cuando trabajas a nivel de Canarias, que es lo mas habitual para nosotros, el tiempo se hace cortito e intentas no repetir lo mismo en los conciertos, y eso hace que estés siempre más apurado. Con suerte un disco te da 12 conciertos, uno en cada isla y alguno más en las islas capitalinas. Eso es un éxito tremendo, pero se realiza en relativamente poco tiempo y tienes que ir cambiando el repertorio. Al tocar en otros sitios los discos se pueden alargar más, te relajas un poco en el sentido de que puedes disfrutar del proceso, de los conciertos, de la gente y seguir creando cosas nuevas.

Volviendo la mirada a casa, ¿qué supone para ti que el timple haya entrado en el conservatorio?

Es todo un logro, pero hay que valorar cómo hacerlo. Todos estamos muy emocionados porque significa que habrá una titulación de timple en el futuro, con el valor añadido de que se nos ha convocado a los profesionales para que debatamos qué se debe impartir y que no venga cualquiera a decir ‘esto lo hago yo’.

¿Cuál es el punto de partida?

Habrá que ir unificando criterios, ahora mas que nunca, y aportar todo el material que tengamos. Una de las primeras cosas que vamos a hacer, por ejemplo, es escribir el material de Totoyo, porque hay que estudiarlo obligatoriamente: la mazurca, las polcas… Es todo un reto porque supone seguir con todas las partituras de José Antonio Ramos, de Casimiro Camacho… Hay algo hecho, pero aún falta muchísimo.

La idea es que, si no que vaya sustituyendo a la flauta, al menos que convivan. Estamos hablando de que entre en la enseñanza reglada: si en paralelo al conservatorio el timple está presente en las escuelas, vamos a conseguir más. Primero, que el instrumento este mucho más popularizado y además, todo ese alumnado va a ser cantera para acceder al conservatorio en caso de querer cursar una titulación superior.

También significa garantizar la supervivencia del timple.

Yo creo que eso está garantizado porque es un instrumento muy arraigado a nosotros. Lo que pasa es que nos enfrentamos, como todos los instrumentos que están atados a esa tradición popular, a que esa supervivencia sea rigurosa, seria.

Algo que a mí siempre me ha preocupado es que una persona que quiere aprender a tocar el timple caiga en manos de gente que no esté bien preparada, y en ese sentido yo he tenido suerte. Hasta ahora ibas a clase a ciegas; muchas veces con personas que sabían tocar la guitarra y un poco el timple y te enseñaba, pero no sabías si lo que estabas aprendiendo tenía alguna garantía. Partiendo de la base de que tener un título no te convierte en un buen profesor, no deja de ser un aval.

¿Se podrá llegar a vivir del timple?

Quiero pensar que esto va a dar pie a nuevas formaciones y proyectos musicales que van a nacer del contacto entre esos futuros músicos, mejor formados, donde el timple va a estar metido. Eso siempre es positivo. Al menos, habrá una mayor presencia del timple, sin duda.

¿Proyectos futuros?

Muchos, pero prefieron no decir nada aún.

 

Autor: Ingrid Ortiz Viera (Canarias 7)
Enlace a la noticia original: https://www.canarias7.es/cultura/musica/german-lopez-DE2464454